La codicia (o a veces la avaricia) se considera un pecado
capital, y como tal, en cualquier sociedad y época, ha sido demostrada como un
vicio. En efecto, al tratarse de un deseo que sobrepasa los límites de lo
ordinario o lícito, se califica con este sustantivo actitudes peyorativas en lo
referente a las riquezas.
La industria
farmacéutica ha dejado en el olvido su otrora noble función de aliviar el
dolor humano y curar la enfermedad, para convertirse en uno de los mejores
negocios del planeta, aprovechándose precisamente del sufrimiento de las
personas para enriquecerse despiadadamente, respaldada por la Organización
Mundial de la Salud
que es una organización puramente comercial que hace negocios con la salud de
la población mundial.
La industria farmacéutica es en realidad una industria de la
enfermedad, no de salud. Viven de la proliferación de las enfermedades, y su
apuesta es a que estas se mantengan e incrementen, no que desaparezcan.
El mejor ejemplo para entender esto es el cáncer, el mayor
generador de divisas para médicos y farmacéuticas. El negocio va bien, cada vez
hay más y más personas con cáncer. Y no solo el cáncer, enfermedades y
condiciones neurológicas crónicas representan una renta enorme que tienen que
pagar a veces personas sin recursos a las farmacias, sin mejoría real en su
salud, tan solo pagan para prolongar su existencia hasta que les llega un buen
día la muerte.
Las farmacéuticas (empresas dedicadas a la fabricación de
productos de farmacias) no sólo no se conforman con ganar hasta un porcentaje
descomunal por fármaco vendido, además hacen lobby para inventar pandemias y
enfermedades y asustar a la población y recordarles que ellas tienen la
solución a casi todos los problemas del cuerpo envasada en cápsulas y/o
ampolletas. Como ejemplo podemos citar la pandemia de A(H1N1) en México
(2009-2010), periodo durante el cual vacunas que estaban cercanas a su fecha de
caducidad fueron suministradas masivamente a la población previamente
aterrorizada mediante una grosera y burda campaña mediática con alcances
desproporcionados. Las personas, confundidas y atarantadas cubrían su rostro
con un cubrebocas azul y su nerviosa mirada reflejaba el nivel de infamia al
que pudo llegar el gobierno cómplice del negocio de las farmacéuticas.
Por otro lado, en numerosas ocasiones, avances que se han
logrado por parte de investigadores para curar males y enfermedades son
obstaculizados y saboteados, todo en beneficio de los voraces intereses
económicos de la industria farmacéutica. Incluso han llegado tan lejos como
para patentar un porcentaje de la genética humana, tal como se muestra en el
documental Who Owns You.
Controlar no es sinónimo de Curar, la diferencia es abismal,
pero nosotros siempre encontraremos consuelo en el fármaco que palía
nuestro dolor o controla la evolución de nuestra enfermedad, ese es el
verdadero éxito de su “manipulación”, que favorece a su industria, situándola
en lo más alto del ranking de beneficios.